Pensamos el grupo terapéutico como un dispositivo generador de condiciones, condiciones para ser, estar y hacer. Nos proponemos acompañar a los pacientes desde un lugar de escucha y de cuidado integral, poniendo toda nuestra intención en estar disponibles para el otro.

Disfrutamos de jugar y nos gusta decir que lo hacemos en serio, como forma de expandirnos, de ganar aire vital, de ensanchar territorios existenciales, conquistando así nuevas fronteras personales.
 

En nuestros encuentros conviven los kleenex con las risas, la música, el baile y la creación. Nos proponemos el desafío de construir y habitar espacios profundos pero no solemnes; de apertura, sin que ello implique pérdida de intimidad ni de calidad terapéutica.
 

Son recibidas todas las bondades y las miserias de nuestros pacientes. A las bondades las alimentamos, estimulamos y reforzamos, apoyándonos en los procesos creativos que periódicamente proponemos al grupo. Con las miserias nos llevamos muy bien, ya que como psicoterapeutas estamos convencidos de que el conflicto tensa, duele y nos permite crecer si generamos las condiciones para habitarlo y transitarlo. Si lo podemos pensar, hablar, darle un propósito y un sentido, entonces nos transforma.